ASIRIA, NÍNIVE Y BABILONIA

 ASIRIA, NÍNIVE Y BABILONIA

El poder se Babilonia se hizo tan grande que despertó la envidia de los asirios. En tiempos de los Sargónidas, en los siglos VIII y VII a. J. C., Babilonia fue saqueada y sometida al poder de sus vecinos septentrionales.

Asur y Nínive se convirtieron en capitales más importantes que Babilonia. Los asirios eran hombres de guerra, conocían la rueda y construían carros de batalla tirados por veloces corceles. Gracias a ellos se introducían entre las filas enemigas, y mientras el auriga guiaba a los caballos, el arquero sembraba el espanto entre la filas enemigas con sus dardos y saetas.








Algunos monarcas asirios merecen ser recordados por sus grandes hazañas guerreras. Tiglatpileser I (1112-1074) llegó hasta orillas del Mediterráneo; Asurbanipal II (883-859) aseguró sobre el Tigris superior; Tiglatpileser III (745-727) venció a los fenicios y hebreos, Senaquerib (704-681) invadió Egipto, etc.

Tiglatpileser III
      
Asurbanipal

Nínive era entonces la ciudad donde se acumulaban las riquezas y donde reinaban el vicio y la inmoralidad. En vano los profetas hebreos auguraron su destrucción, hasta que llegó un tiempo en que el gobernador de Babilonia se sublevó y, aliado a los medos cayó sobre Nínive, la borró del mapa y con ella se hundió el Imperio Asirio que había durado más de 700 años. Babilonia volvió a resurgir entonces más rica y esplendorosa que antes. Y con ella un nombre que figura ya en los textos bíblicos: Nabucodonosor II (604-562), el conquistador de Jerusalén y Tiro, el que hizo cautivo al pueblo hebreo.

Se dice que en tiempos de este monarca los jardines del palacio real estaban suspendidos sobre columnas. Eran famosos los jardines colgante mandados construir por la reina Semíramis, y desde sus terrazas podía contemplarse el templo de Marduk, un fantástico "zigurat" de siete pisos de altura, en cuya cima la estatua de oro del dios reflejaba los rayos del sol.

Zigurat

Existía una diferencia esencial entre los pueblos del Norte de Mesopotamia y los del Sur. Los asirios eran feroces y guerreros; los sumerios, agricultores y más pacíficos. En éstos el predominio religioso manifestado por la influencia de los sacerdotes en el gobierno del pueblo era más evidente.

Los reyes de Nínive y de Babilonia, sien embargo, fueron soberano dotados de un poder absoluto, muy superior al de los faraones egipcios. Su esencia divina les eximía de límites en sus deseos. Las guerras resultaban tan duras para los vencidos, que era una suerte morir en el campo de batalla ya que, en el mejor de los casos, al derrotado le esperaba la esclavitud para toda la vida. Se cuenta que Asurbanipal III (668-626) mandaba desollar vivos a los prisioneros. Cuando cayó Nínive, Sinchariskuro se encerró en su palacio rodeado de mujeres, concubinas y esclavas, y mandó prenderle fuego, pereciendo todos entre las llamas.

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