LA VIDA EN ESPAÑA DURANTE LOS AUSTRIAS

 LA VIDA EN ESPAÑA DURANTE LOS AUSTRIAS

Los monarcas de la Casa de Austria fijaron su residencia en Madrid; en la Corte pululaba un verdadero enjambre de mayordomos, camareros, gentileshombres, ujieres y porteros, con el único fin de atender al monarca. Las damas dedicadas al servicio de la reina eran también muy numerosas. El mantenimiento de tanta servidumbre fue una de las causas que produjeron la ruina del erario público. Las recepciones y fiestas palaciegas revestían gran brillantez y solemnidad.

Casa de Austria 


Las Cortes conservaron nominalmente el privilegio de votar los impuestos, pues los reyes se valieron de toda clase de presiones y ardides para conseguir las ayudas y prestaciones monetarias con qué sostener sus continuas guerras. Los municipios sufrieron gran quebranto en esta época, ya que la mayor parte de los cargos eran adjudicados mediante compra.

Para halagar a la nobleza, Carlos I creó la institución de los Grandes de España, cuyos componentes, entre otras prerrogativas, gozaban del llamado "derecho del sombrero", que les permitía cubrirse en presencia del emperador. La nobleza siguió conservando sus señoríos sobre territorios y villas. Figura típica de este período es el "hidalgo", descendiente de señor venido a menos, que con orgullo oculta su hambre y miseria. Los hidalgos consideraban que el ejercicio de la industria, el comercio y el trabajo manual, era digno de ellos. Vivir noblemente, equivalía a "vivir sin trabajar". Con el enorme desarrollo de la industria y el comercio, la riqueza iba a parar a manos de los burgueses, "ciudadanos honrados", que constituyeron una clase social verdaderamente importante.

Las clases inferiores estuvieron formadas por los artesanos y labradores. Éstos vivían miserablemente y se hallaban sumidos en un atraso e incultura lamentables. Las ciudades estaban atestadas de vagabundos, mendigos y pícaros.

Picaros en la ciudad de Madrid


Los prisioneros de guerra, turcos o moriscos, eran reducidos a esclavitud y empleados en la carga y descarga de buques, así como en los trabajos de construcción de obras públicas.

A consecuencia de las continuas guerras, emigraciones a América y epidemias, la población fue decreciendo de modo alarmante. Burgos "la muy noble y leal, cabeza de Castilla", vio su población reducida a 2.000 vecinos. En 1676, y con ocasión de la guerra contra Francia, fue adoptada la extrema medida de prender a los caminantes y enviarles forzados a la guerra.

El malestar económico era muy grande debido a la mala administración y a "las largas, costosas y difusas guerras". En tiempos de Felipe II, una de las campañas llevadas a cabo en los Países Bajos costó al tesoro español la suma de 115 millones de ducados. Con Felipe IV la situación se hizo tan crítica que llegaron a ponerse cepillos en las iglesias pidiendo limosna para subvenir a las necesidades del Estado. La miseria, la ociosidad y la vagabundez eran las tres plagas de España. La lamentable situación en que se encontraban las gentes del campo produjo tan fuertes emigraciones en las villas y ciudades, que ocasionaron la ruina de la agricultura. De ello se lamentaba Ginés de Sepúlveda, procurador de las Cortes de Murcia en 1592: "Hay en nuestra España tanta copia de lacayos y pajes, y gente vagamunda y perdida que se salen de las azadas y guardas de ganados como a ser prebendados, y no hay nadie quien halle un mozo para labrador, ni que quiera guardar ganado, dándose todos a la ociosidad, madre de todos los vicios."

La llegada del oro y la plata de América produjo una terrible inflación. Se creía que la riqueza consistía en el dinero, no en los productos y menos en el trabajo. Los reyes mandaban acuñar monedas sin preocuparse de producir bienes. Esto fue una de las causas de la ruina económica de España.


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